Amenaza terrorista en el metro de Nueva York
Hoy hemos sabido que la amenaza terrorista en el metro de Nueva York que se anunció el jueves pasado se basó en una información no contrastada. La sección encargada de terrorismo del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) recibió la notificación de la amenaza y decidió establecer medidas especiales, como colocar oficiales de policía en cada tren o hacer demostraciones de fuerza en cada centro de transportes, en los que se situaron contingentes de policía con ametralladoras. Junto a estas medidas, impulsadas por el alcalde en persona, Michael R. Bloomberg tomó la decisión de informar a la población de la existencia de “un riesgo muy específico de atentados terroristas en el metro”, con el fin de que extremaran las precaciones.
La operación ha sido muy costosa, tanto por los costes directos -horas extras de oficiales destinados a la vigilancia de los vagones -, como por los indirectos –sobresaturación del tráfico en superficie -, así como por los de oportunidad –la reducción de la presencia policial en otros ámbitos. Ha modificado los hábitos de miles de neoyorquinos, que han cambiado sus rutas de casa al trabajo. Y ha devuelto el miedo a muchos ciudadanos que van superando poco a poco los efectos de los ataques contra las torres gemelas.
El alcalde ha reiterado su compromiso de luchar contra el terrorismo de la forma más enérgica, empleando todos los medios a su alcance cada vez que haya una amenaza, por pequeña que sea. Es un compromiso personal firme desde que ocupa la alcaldía y es algo que le agradecen los ciudadanos de Nueva York, que muy probablemente le confirmarán en el cargo en las próximas elecciones, que tendrán lugar en unas semanas.
Nadie cuestiona que cualquier medida es insuficiente cuando se trata de salvar una vida humana. El empleo de todos los medios policiales al alcance para neutralizar cualquier paquete sospechoso parece apropiado, a pesar de que algunos de los más altos responsables de la Seguridad Nacional, órgano de ámbito federal, hayan manifestado su sorpresa por lo que han calificado como una sobrerreacción del NYPD.
Sin embargo, la conveniencia de que el alcalde Bloomberg apareciera en todos los medios exhortando a los neoyorquinos a extremar la vigilancia es discutible. En los últimos meses lleva en marcha una campaña denominada “Si ves algo, di algo”. Este lema se anuncia por megafonía y aparece en carteles en estaciones y vagones, así como en el reverso de los billetes de metro, junto al número de teléfono gratuito del servicio de emergencias policiales. En una población ya de por sí acostumbrada a desconfiar de cualquier elemento sospechoso, ya se trate de una persona o de un paquete, la reacción de la ciudadanía no ha sido más que la de reducir el uso del metro hasta lo mínimo posible, con las consecuencias que ello tiene para una ciudad de estas dimensiones. Pasada la amenaza, queda la sensación de que existe un riesgo elevado de ser objeto de ataques terroristas, lo que hace que la seguridad recupere el protagonismo perdido, abandonada durante los últimos días de campaña por el asunto del teatro de Harlem.
En una ciudad profundamente demócrata, las cotas de popularidad de Giuliani y el propio Bloomberg han sido más altas cuanto mayor ha sido la importancia que han atribuido los ciudadanos a la seguridad. Diferentes estudios reflejan que es una cuestión muy sensible: cuando se considera que la seguridad es importante, el candidato que presenta mejores credenciales en este apartado tiene las de ganar. En estas circunstancias, Fernando Ferrer, el candidato demócrata, no ha tenido otra alternativa que pedir una aclaración sobre los riesgos reales de la amenaza terrorista. Con una estrategia perfectamente medida, el candidato Blooomberg habla de la reducción del nivel de alerta, que se mantiene, mientras su equipo de campaña ataca a Ferrer por querer mezclar la política con la seguridad de los neoyorquinos.
Bloomberg, denostado por muchos republicanos, alabado por no menos demócratas tiene un estilo muy particular de hacer política. Multimillonario, ha renunciado a su sueldo de alcalde, así como a financiar su campaña con la ayuda de grupos de presión. Criticado por el gasto de más de cincuenta millones de dólares en lo que va de campaña, su portavoz sale en su defensa diciendo que “Michael [Bloomberg] utiliza su propio dinero porque no quiere hipotecar el futuro de la ciudad”. Desde que está en la alcaldía ha continuado con la política de tolerancia cero impuesta por Giuliani, que ha dado lugar a una reducción aún mayor de los niveles de delincuencia, lo que le ha elevado a cotas de popularidad desconocidas. En lo civil, se ha caracterizado por la introducción de medidas calificadas por liberales por parte de sus detractores republicanos. Y en lo social sigue volcado en apoyar el acceso de las clases más desfavorecidas a colegios de calidad. Ferrer lo tiene muy difícil y no parece que vaya a ser capaz de capitalizar la abrumadora mayoría de los demócratas en el registro de votantes, en una proporción de cinco a uno. Quizás este asunto del metro disminuya aún más sus posibilidades.
“No sé si los datos del informante son verdaderos o no, pero no me parece que importe”
Michael R. Bloomberg
La operación ha sido muy costosa, tanto por los costes directos -horas extras de oficiales destinados a la vigilancia de los vagones -, como por los indirectos –sobresaturación del tráfico en superficie -, así como por los de oportunidad –la reducción de la presencia policial en otros ámbitos. Ha modificado los hábitos de miles de neoyorquinos, que han cambiado sus rutas de casa al trabajo. Y ha devuelto el miedo a muchos ciudadanos que van superando poco a poco los efectos de los ataques contra las torres gemelas.
El alcalde ha reiterado su compromiso de luchar contra el terrorismo de la forma más enérgica, empleando todos los medios a su alcance cada vez que haya una amenaza, por pequeña que sea. Es un compromiso personal firme desde que ocupa la alcaldía y es algo que le agradecen los ciudadanos de Nueva York, que muy probablemente le confirmarán en el cargo en las próximas elecciones, que tendrán lugar en unas semanas.
Nadie cuestiona que cualquier medida es insuficiente cuando se trata de salvar una vida humana. El empleo de todos los medios policiales al alcance para neutralizar cualquier paquete sospechoso parece apropiado, a pesar de que algunos de los más altos responsables de la Seguridad Nacional, órgano de ámbito federal, hayan manifestado su sorpresa por lo que han calificado como una sobrerreacción del NYPD.
Sin embargo, la conveniencia de que el alcalde Bloomberg apareciera en todos los medios exhortando a los neoyorquinos a extremar la vigilancia es discutible. En los últimos meses lleva en marcha una campaña denominada “Si ves algo, di algo”. Este lema se anuncia por megafonía y aparece en carteles en estaciones y vagones, así como en el reverso de los billetes de metro, junto al número de teléfono gratuito del servicio de emergencias policiales. En una población ya de por sí acostumbrada a desconfiar de cualquier elemento sospechoso, ya se trate de una persona o de un paquete, la reacción de la ciudadanía no ha sido más que la de reducir el uso del metro hasta lo mínimo posible, con las consecuencias que ello tiene para una ciudad de estas dimensiones. Pasada la amenaza, queda la sensación de que existe un riesgo elevado de ser objeto de ataques terroristas, lo que hace que la seguridad recupere el protagonismo perdido, abandonada durante los últimos días de campaña por el asunto del teatro de Harlem.
En una ciudad profundamente demócrata, las cotas de popularidad de Giuliani y el propio Bloomberg han sido más altas cuanto mayor ha sido la importancia que han atribuido los ciudadanos a la seguridad. Diferentes estudios reflejan que es una cuestión muy sensible: cuando se considera que la seguridad es importante, el candidato que presenta mejores credenciales en este apartado tiene las de ganar. En estas circunstancias, Fernando Ferrer, el candidato demócrata, no ha tenido otra alternativa que pedir una aclaración sobre los riesgos reales de la amenaza terrorista. Con una estrategia perfectamente medida, el candidato Blooomberg habla de la reducción del nivel de alerta, que se mantiene, mientras su equipo de campaña ataca a Ferrer por querer mezclar la política con la seguridad de los neoyorquinos.
Bloomberg, denostado por muchos republicanos, alabado por no menos demócratas tiene un estilo muy particular de hacer política. Multimillonario, ha renunciado a su sueldo de alcalde, así como a financiar su campaña con la ayuda de grupos de presión. Criticado por el gasto de más de cincuenta millones de dólares en lo que va de campaña, su portavoz sale en su defensa diciendo que “Michael [Bloomberg] utiliza su propio dinero porque no quiere hipotecar el futuro de la ciudad”. Desde que está en la alcaldía ha continuado con la política de tolerancia cero impuesta por Giuliani, que ha dado lugar a una reducción aún mayor de los niveles de delincuencia, lo que le ha elevado a cotas de popularidad desconocidas. En lo civil, se ha caracterizado por la introducción de medidas calificadas por liberales por parte de sus detractores republicanos. Y en lo social sigue volcado en apoyar el acceso de las clases más desfavorecidas a colegios de calidad. Ferrer lo tiene muy difícil y no parece que vaya a ser capaz de capitalizar la abrumadora mayoría de los demócratas en el registro de votantes, en una proporción de cinco a uno. Quizás este asunto del metro disminuya aún más sus posibilidades.
“No sé si los datos del informante son verdaderos o no, pero no me parece que importe”
Michael R. Bloomberg
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