La playa
Quizás ya no te acuerdas de que un día quisiste enseñarme la playa en la que pasaste aquellos maravillosos años de tu niñez que se quedaron grabados en un rincón de tu alma. Alguna vez volviste desde las lejanías a pisar su arena con tus pies descalzos, dejando una estela de pasos que la marea se encargaría de borrar para siempre. Yo te imaginaba caminando al atardecer, bajo un viento de poniente, sumida en tus pensamientos, evocando un pasado infantil de felicidad sin fronteras.
Quizás ya no te acuerdas de que un día quisiste llevarme a tu playa, recorrerla de mi mano y darme tus ojos para asomarme a la ventana de tu infancia. Puede ser que entre sueños, durmiendo abrazados, paseáramos junto a su orilla bajo un mar de luz, tejiendo una hilera de huellas difuminadas por la espuma de las olas. Quizás regresáramos de vuelta a nuestra cama de golpe, en un viaje instantáneo guiado por un beso con sabor a salitre en el que volveríamos a encontrarnos.
Puede ser que tampoco te acuerdes, pero un día te fuiste a otras playas con las que ya no pude soñar. Quizás, en la noche, nuestros cuerpos se rechazaron y viajaron sin rumbo a lugares remotos, guiados por sentimientos a la deriva lejos de las playas del sur. Puede ser que volviéramos de regreso a aquella cama en un viaje tortuoso, queriendo encontrarnos en el abismo de los pocos centímetros que nos separaran. Pero en ese vacío que se hizo entre nosotros sólo hallamos desesperanza.
Quizás quise decirte que dejé de pisar tu playa cuando saliste a buscar otras aguas en las que mojar tus tobillos, que un día me acostumbré a que no quisieras llevarme de tu mano a que nos envolviera su brisa, que sentí que ese lugar sólo había existido en mis sueños. Pero también quise decirte que sigo echando de menos su arena entre mis dedos, el rumor de las olas rompiendo en la desnudez de nuestros pies y la frescura del despertar entre besos con sabor a sal de la mar. Pero la sequedad se clavó en mi garganta y no fui capaz de decirte nada.
1 Comments:
Quizás ya no te acuerdas pero las mareas suaves y calidas de la bahía donde se crío se transformaron en las corrientes tempestuosas de olas oscuras y gigantes que se llevaron su sueño.
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