975 días
Como tantas otras cosas, estas palabras llegan tarde. Ella ya no las oye. Llegan ahora que el sol tiempla el final del invierno y los témpanos de las cunetas comienzan a deformarse, dejando solo la suciedad que los ha cubierto los últimos días. Llegan ahora que la neblina que cubre la ciudad se evapora lentamente, filtrando los rayos de luz que perfilan la imagen de los rascacielos.
Esas palabras brotaron de lo más profundo muchas veces, cuando caminaban sin rumbo entre las calles que dan a Central Park o aquel día en que vieron ocultarse el sol tendidos en una pradera junto al Hudson. Quiso pronunciarlas mientras decidían dónde colocar la cama de su nuevo hogar o al fantasear con nuevos lugares que nunca visitarían. Pero siempre se sintió torpe, dubitativo, y decidió, como tantas otras veces, como tantas otras cosas, dejarlo para una ocasión mejor.
Hoy, esas palabras sencillas no llegarán a sus oídos, pero él ha querido que no se pierdan en la inmensidad del olvido. Sólo quería decir que ella llenó de luz los 975 días que decidieron caminar juntos.
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