domingo, agosto 20, 2006

Alma Mater
El fondo de notas pausadas robadas a un cuerpo de guitarra, del pulso de las teclas de un piano y del quejido de un violoncello melancólico con las que dormimos a Marina me ayudan a recordarte y a paladear el regusto de unos días inolvidables. Frente al teclado de nuevo, tras unos meses de reencuentros con personas y lugares, de descansos de sol y mar y de despedidas -tristes, como todas ellas- dejo volar mi imaginación hacia el pasado remoto de mi infancia, hacia vivencias de un verano en las tierras del sur, hacia el misterio de un futuro lleno de incertidumbres. Con la compañía de las notas de Rodrigo Leão, miro atrás con nostalgia por los momentos que se marcharon, con la alegría por recordarlos. Y sobre todo miro hacia delante, desde este kilómetro cero -físico y metafórico-, acompañado por las escalas altas de los violines y violoncellos de Alma Mater, seguro de que venga lo que venga, lo mejor está por llegar. 
Madrid, 20 de agosto de 2006.
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