viernes, junio 02, 2006

Familias
Una vez escuché decir que nos encontramos con una familia impuesta, mientras que somos nosotros los que elegimos a nuestros amigos. Y escuché decir que la familia, en consecuencia, queda en un plano inferior.
Nunca pude entender esas sentencias. La familia se va eligiendo. De la misma forma que esos primos segundos que llevan mi apellido nunca fueron mi familia, sé que tengo una cita con ese otro primo segundo que me espera puntual, cada año, como si no hubiera pasado el tiempo. La familia se encuentra al nacer, pero se va construyendo día a día, después de una enfermedad, de un despido del puesto de trabajo o cuando uno se encuentra muy lejos. Estos son los momentos en los que la familia se va creando, cuando la vemos a nuestro lado en el momento en que más la necesitamos. La madre que vela el cuerpo ferviente del hijo enfermo no se elige, pero sus cuidados van quedando grabados en algún sitio del cerebro donde se van creando los afectos. El contacto, el cariño, el amor van construyendo vínculos sobre lazos de sangre que van perdiendo importancia con el tiempo. Y mientras un tío-abuelo político se va convirtiendo en un abuelo más, los nombres de otros tíos-abuelos van desapareciendo lentamente de nuestras memorias.
La familia es lo que más necesitamos cuando estamos lejos. Es lo que más duele abandonar cuando nos embarcamos en experiencias que nos tendrán alejados de nuestro lugar en el mundo durante algún tiempo. Es una parte integral de nosotros -nos aterra que se desmembre en nuestra ausencia, sin poder llegar al último adiós. Es una masa invisible que nos sostiene y que construye nuestros arraigos.
Nueva York es un fluir de gentes. Unos llegan para quedarse, pero otros solo están de paso. En medio de esta maraña, en la que las vivencias, las conversaciones y el descubrimiento de otras personas es inagotable, van quedando algunos compañeros de viaje que permanecen. Son la familia encontrada en un exilio buscado.
La gente que nos rodea no la elegimos. Aparece en nuestras vidas de repente, como producto de la más disparatada cadena de factores que podamos imaginar. Casi por casualidad, nos encontramos frente a personas de las que desconocíamos sus meras existencias apenas unas semanas antes. Y de repente se convierten en el asidero diario que desaparece cuando la familia está lejos. Son los que comparten nuestros momentos de felicidad en los jardines de Washington Square, los que nos hacen reír frente a una taza de te rancio en un albergue de Toronto, los compañeros de bailes de madrugada en algún local clandestino de la Avenida C. Pero algunos se convierten también en los oídos que necesitamos para nuestras angustias, en las manos que nos sostienen cuando nos faltan las fuerzas, en los hombros que recogen nuestros llantos.
Como las familias, la casualidad nos va imponiendo una infinidad de personas que van pasando, que van dejando pequeños trazos en nuestras existencias, que van construyendo partes de nuestros seres. Pero solo algunos permanecen y se hacen dueños de una parte íntima de nosotros. Como la familia de verdad, la que verdaderamente importa, la que vamos eligiendo, algunas de estas gentes que nos ofrece el destino se hace un huequecito entre nosotros en los malos momentos, cuando más los necesitamos. Quizás algún día olvidemos sus nombres, pero sus huellas se habrán quedado marcadas para siempre en alguna parte de nuestras almas.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La familia, como dices es lo mas importante, y desde luego es cierto que no hace falta que haya lazos de sangre para sentir que determinadas personas te quieren tal y como eres. Esas personas (consanguíneos o no) y los detalles efímeros de la vida diaria que compartes con ellos quizás sean los responsables de hacerte sentir que tienes un refugio al que volver para celebrar las victorias o lamerte las heridas. Lo bueno de esto es que no es un proceso estático, está en constante movimiento,vamos encontrando por el camino a gente nueva que te sorprende e irrumpe de repente en tu vida, eso, es todo un placer. Poder indagar poco a poco en las formas sinuosas de las personalidades desconocidas es casi una aventura, casi un deporte de riesgo, por que no sabes lo que te encontrarás pero siempre hay algo de emoción. Es cierto que el té estaba rancio, pero hacia mucho que no me reía tanto.

4:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Totalmente de acuerdo contigo. La familia es lo más importante y las casualidades de la vida, los malos momentos,..., te la van ampliando o reduciendo. Da igual el grado de unión sanguínea que tengas con ella, lo que importa es lo que compartas con ella, el cariño, la cercanía(que no física),... De hecho yo ahora mismo tengo unos padres en el Sur, y unos papis en tierras gallegas, un hermano en Granada y una hermana y un hermano en Huelva.

Arrikitáun Arrikitáun

9:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo siempre he creido que nuestra familia es especial, pase lo que pase, ahí estamos todos.
La gran familia, la que nunca falla a pesar de las peleillas que como en cualquier parte siempre hay.
Es bueno saber, que tienes a alguien a quien visitar a quien llamar y que te llamen, aunque pasemos mucho tiempo sin vernos, saber que ahí los tienes.
Te queremos.
Muy bueno lo del torontontero.
P.

3:34 a. m.  

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