Los aires difíciles
Hoy supo que transcurría en Rota. La implacable pesadez del sueño que le asaltaba cada noche, después de días de poco descanso, se había esfumado, dejándole acabar aquella historia amarga. Quizás porque se había cansado de esperar algo que no llega, se había dejado confundir por otras historias que giraban alrededor y no supo ver que aquel final feliz estaba latente en cada paso que daban Juan Olmedo y Sara Gómez.
Como en Soledades Juntas, al acabar el libro pensó que hubiera preferido haberse muerto antes, que le faltara ella allá en lo misterioso, no allí en lo conocido, sentir su ausencia en los aires difíciles.
Cuentan que el levante agudiza la locura, que altera los sentimientos, que vuelve melancólicas las almas. Pero también dicen que ese viento cambia de carácter con la temperatura. Que en invierno borra las nubes, trayendo el calor de un sol radiante. Que limpia el aire, que ventila la sangre entumecida por el desasosiego que traen las incertidumbres.
Hoy soplaba el levante en Valencia y quizás pensó que la placidez de esa primavera impostada al invierno llegaba de la mano de ese viento formidable que venía a limpiarle los pulmones de óxido. Y entonces se acordó de que el levante se lo lleva todo.
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