Noche fría de julio
Ese chico que jugaba contigo a las chapas en unos montones de arena ha venido a saludarte. Hacía un tiempo que no sabías nada de él y las fiestas del barrio han vuelto a servir para reencontrarte con los recuerdos de tu infancia. Cada año se repite el mismo ritual, nada especial, pero algo tan grande que siempre se echa de menos. Tú sigues ahí, contento por ver cómo pasa el tiempo y todo sigue igual. La orquesta "Lejanía", los de siempre, están tocando "Y nos dieron las diez". Pero este año no saldrás a bailar "Paquito el chocolatero" con los vecinos, porque no puedes sacarte de la cabeza su rostro, que refleja lo que lleva por dentro. Un día dejasteis de hablar; solo él sabe qué pasó, por qué se dejó arrastar a un mundo de emociones brutales y caídas al vacío. Tú has querido ver una cara de esperanza, pero no sabes si es parte de tu fantasía, que le imagina olvidando un paréntesis. Atrás, muy lejos ya, quedaron esos días de fútbol en mil descampados yermos y de carreras de bicicletas destartaladas en los cerrillos. Vienen a tu memoria las partidas de cartas a la sombra del ciruelo de su patio, las tardes de otoño de placeres de pubertad con chicas sin nombre, un viaje a Lisboa en un Renault 5 amarillo. Todo eso que pasó no te lo pueden robar, pero desde una ventana de Manhattan dudas que el destino se ponga de su parte y podáis recordarlo juntos.
"La ciudad calla y se esconde y nadie te verá,
llora cuando te vayas con tu soledad,
una maleta en la mano y sin prisa al andar,
la noche acaba y amanecerá."
"Ha llegado el fin", Los Secretos.
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