Llueve
Llueve, aquí, en Astoria. Llueve de cielos grises que van cambiando al arbitrio de un viento caprichoso. Llueve, ensuciando las calles del mismo plomo que lastra los semblantes llenos de ausencias. Y sé que vendrán cielos azules, radiantes de sol, como en los que tú habitas, donde quiera que estés. Se marcharán las nubes a buscar otros campos y otros vientos vendrán a envolvernos. Pero de noche, cuando ya no hay luz, mis sueños se envenenan del rostro de una incertidumbre que llega de tierras lejanas, con la promesa implacable de otras lluvias que están por venir.